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Normalmente pensamos que las cosas existen tal como las vemos, que las cosas impermanentes son permanentes y que hallaremos la felicidad intentando controlar el mundo externo según nuestros deseos. Esta es una situación bastante desoladora y se llama “samsara”.
Samsara es ese estado de mente agitado, insatisfecho y confuso que la mayor parte de nosotros experimentamos todo el tiempo; cuyo resultado es el ciclo sin control del nacer, morir y renacer. Del mismo modo que hay oscuridad pero también luz, hay samsara y también nirvana, un estado de paz completa.
El nirvana no es un reino celestial o paraíso, sino un estado de mente totalmente libre de limitaciones y en el cual ya no estamos bajo el control de las emociones destructivas. Únete a nosotros para conocer en más profundidad el samsara, de qué manera estamos atrapados en él, y el nirvana, cómo nos libera.
Para los budistas el samsara no es otra cosa que una manera de contemplar el mundo asociada con el apego, el egoísmo, y el deseo de que las cosas sean como queremos. Y ya que la noción de un mundo a la medida de nuestros deseos, un mundo que permanezca según nuestra voluntad, no puede darse, es una idea condenada al fracaso, porque la verdadera naturaleza del mundo es la impermanencia y el continuo cambio; nuestros deseos de que sea permanente, nos llevan inevitablemente al sufrimiento.
El buda enseñó las cuatro nobles verdades
El sufrimiento existe,
El sufrimiento tiene una causa
Existe la cesación del sufrimiento
Y hay un camino que conduce a la cesación del sufrimiento
El Buda a partir de su propia experiencia y después de seis años de meditaciones muy rigurosas, dijo: “He descubierto esta verdad: el sufrimiento existe. Y también he descubierto que es posible ponerle fin”. En la India había enseñado durante 45 años y cuando se refería a los logros que había conseguido, decía: “sólo he enseñado dos cosas, el sufrimiento y su final”.
Ahora, si queréis entender la doctrina budista, de lo que debéis hablar y a lo que tenéis que prestar atención; todo lo que tenéis que observar son estas cuatro nobles verdades.
Veámoslas una a una
El sufrimiento –duhka- existe, dijo Buda. Dijo que sufrimiento es casi cualquier cosa que podamos imaginar: el nacer es sufrimiento, el morir, el envejecer, ser viejo, el dolor, la pena, el lamento es sufrimiento.
La segunda noble verdad dice que el sufrimiento tiene una causa. El deseo y el ansia existen y son la causa más evidente de nuestro sufrimiento. Pero son sólo los más evidentes.
Deseamos que las cosas sean permanentes.
Deseamos obtener lo que queremos.
Deseamos apartarnos de lo que no queremos.
Y este deseo es lo que mantiene el samsara en movimiento. La causa raíz es ignorar el modo en que existimos nosotros y el resto de las cosas. Nos aferramos a las cosas como siendo permanentes cuando por naturaleza son impermanentes. Y esto conduce a la frustración. Así que la ignorancia es la causa básica del sufrimiento.
La parte optimista del budismo es que nos muestra diversos métodos para eliminar la causa del sufrimiento; ofrece en la tercera verdad noble la cesación del sufrimiento. En los textos de la escuela budista antigua la cesación se llama nirvana. Y en las enseñanzas de la llamada escuela budista posterior se le llama “bodi” o completa iluminación. El estado que el propio Buda alcanzó.
Conseguir la cesación del sufrimiento no significa ir a otro lugar, a otro mundo, tomar otro cuerpo. Es un cambio de visión. Se abandona el aferramiento a una identidad fija y permanente. Cuando se abandona esta idea, surge una visión nueva de las cosas, y esta visión nueva del mundo es el nirvana. No es otra cosa; no es nada separado de nosotros. Es un potencial que tenemos dentro de nosotros. Si es nuestra ignorancia la que nos produce sufrimiento, una visión trascendente y la sabiduría harán que cese. Así que la tercera noble verdad presenta el nirvana como el posible final. Es el final del sufrimiento. Y algo así existe.
La cuarta noble verdad dice que hay un camino que lleva a la cesación del sufrimiento. Y este camino nos proporciona los medios para lograr directamente este fin del sufrimiento. De modo que vosotros mismos lo veáis, lo conozcáis, y pongáis el método en acción. Ver si es de beneficio o no, y si lo es, continuar practicando.
Esto significa que somos nosotros quienes tenemos la responsabilidad de practicar estos caminos; y por encima de todo la de obtener una visión trascendente; la responsabilidad está sobre nuestros hombros, en ningún otro lugar. Somos capaces no solo de comprender la causa, la causa raíz del sufrimiento, sino también de poderla erradicar. Somos nosotros los responsables. Esa responsabilidad no está fuera, en manos de otros, de una deidad, de un gurú o de un maestro; depende totalmente de nosotros.
El Buda dijo en una escritura: “si dependiera de mí, el samsara estaría vacío. Si lo pudiera hacer por vosotros, estaría vacío. Yo solo puedo mostraros el camino. vosotros sois los que tenéis que practicarlo, que intentarlo, los que tenéis que investigar, los que os tenéis que sentar en el cojín y meditar”.
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Darma o dharma es una palabra en sánscrito que quiere decir “proteger” o “guardar”. En el Budismo, es generalmente usada para señalar las enseñanzas del Buda y el camino acertado para llegar a la iluminación. En Hinduismo, dharma es interpretado como una buena acción, virtud o deber superior.
En general, dharma es todo aquello que guarda o protege el bienestar individual y colectivo.
Tanto en el Hinduismo como en el Budismo, dharma está asociado con el concepto de karma – la ley de causa y efecto.
La rueda de la vida o “samsara”, conectada al concepto de karma, simboliza el ciclo de la vida que incluye nacimiento, vida y muerte. El ciclo, como la rueda, no tiene principio ni fin, y por lo tanto después de la muerte hay otro nacimiento y una nueva vida – una y otra vez. Esto es lo que llamamos reencarnación. Esto es lo mismo tanto en Hinduismo como en Budismo.
La ley del karma dice que para cada acción, existe una consecuencia; para cada causa, hay un efecto; todo lo que se envía al Universo, regresa a nosotros tarde o temprano. El karma de una persona – o un colectivo - se puede manifestar durante un ciclo de la rueda de la vida, o durante el siguiente – durante esta vida, o la próxima.
Para lograr un ‘buen karma’ es necesario vivir de acuerdo al dharma, es decir, actuando correctamente y siguiendo las enseñanzas espirituales más elevadas. Toda acción que beneficie al individuo, a quienes lo rodean y a la humanidad en general, es considerado dharma y generará buen karma.
El dharma tiene el poder de balancear y borrar el mal karma acumulado, y en ese sentido afecta nuestro futuro inmediato al igual que próximas vidas.
Para acumular buen karma, el individuo debe seguir el camino del dharma que implica virtudes como pureza, compasión, honestidad o verdad y austeridad. Una vida que vaya en contra de estos preceptos, se considera adharmica. El adharma se basa principalmente en tres vicios – el orgullo, promiscuidad o violencia física e intoxicación.
En Hinduismo, el Manusmriti (las leyes de Manu) dicen que existen 10 reglas para cultivar dharma. Estas son el perdón, la paciencia, el control del cuerpo y la mente, la honestidad, la santidad, la lógica, el control de los sentidos, la verdad, el conocimiento y la ausencia de rabia.
Al final, la experiencia de ser humano implica tener la libre opción de actuar de acuerdo a nuestras virtudes o defectos. Es esta decisión la que generará buen o mal karma en nuestras vidas y nos ayudará a avanzar en el camino espiritual hacia la iluminación o a quedarnos estancados en existencias humanas una y otra vez, hasta que superemos la prueba.
En la ley kármica nada está ya determinado y en cualquier momento, por mucho mal karma que tengamos acumulado de esta y otras vidas, podemos balancear la cuenta obrando de acuerdo al dharma. El poder está en nuestras manos y a cada momento forjamos el presente y futuro con nuestros pensamientos y acciones.
Source: Nueva Era
En general, dharma es todo aquello que guarda o protege el bienestar individual y colectivo.
Tanto en el Hinduismo como en el Budismo, dharma está asociado con el concepto de karma – la ley de causa y efecto.
La rueda de la vida o “samsara”, conectada al concepto de karma, simboliza el ciclo de la vida que incluye nacimiento, vida y muerte. El ciclo, como la rueda, no tiene principio ni fin, y por lo tanto después de la muerte hay otro nacimiento y una nueva vida – una y otra vez. Esto es lo que llamamos reencarnación. Esto es lo mismo tanto en Hinduismo como en Budismo.
La ley del karma dice que para cada acción, existe una consecuencia; para cada causa, hay un efecto; todo lo que se envía al Universo, regresa a nosotros tarde o temprano. El karma de una persona – o un colectivo - se puede manifestar durante un ciclo de la rueda de la vida, o durante el siguiente – durante esta vida, o la próxima.
Para lograr un ‘buen karma’ es necesario vivir de acuerdo al dharma, es decir, actuando correctamente y siguiendo las enseñanzas espirituales más elevadas. Toda acción que beneficie al individuo, a quienes lo rodean y a la humanidad en general, es considerado dharma y generará buen karma.
El dharma tiene el poder de balancear y borrar el mal karma acumulado, y en ese sentido afecta nuestro futuro inmediato al igual que próximas vidas.
Para acumular buen karma, el individuo debe seguir el camino del dharma que implica virtudes como pureza, compasión, honestidad o verdad y austeridad. Una vida que vaya en contra de estos preceptos, se considera adharmica. El adharma se basa principalmente en tres vicios – el orgullo, promiscuidad o violencia física e intoxicación.
En Hinduismo, el Manusmriti (las leyes de Manu) dicen que existen 10 reglas para cultivar dharma. Estas son el perdón, la paciencia, el control del cuerpo y la mente, la honestidad, la santidad, la lógica, el control de los sentidos, la verdad, el conocimiento y la ausencia de rabia.
Al final, la experiencia de ser humano implica tener la libre opción de actuar de acuerdo a nuestras virtudes o defectos. Es esta decisión la que generará buen o mal karma en nuestras vidas y nos ayudará a avanzar en el camino espiritual hacia la iluminación o a quedarnos estancados en existencias humanas una y otra vez, hasta que superemos la prueba.
En la ley kármica nada está ya determinado y en cualquier momento, por mucho mal karma que tengamos acumulado de esta y otras vidas, podemos balancear la cuenta obrando de acuerdo al dharma. El poder está en nuestras manos y a cada momento forjamos el presente y futuro con nuestros pensamientos y acciones.
Source: Nueva Era